Rafael Correa es una ausencia muy presente en Ecuador. El expresidente vive en Bélgica, el país de su esposa, desde 2017, cuando entregó el poder a Lenín Moreno, su candidato y vicepresidente. La ruptura con Moreno fue brutal y Correa terminó condenado en ausencia a ocho años de cárcel por cohecho. También fue inhabilitado para ejercer cargos públicos. Correa repitió entonces el experimento electoral de Moreno: para estas elecciones impulsó a la distancia la candidatura presidencial de Andrés Arauz, un político de 36 años que fue su ministro de Conocimiento y Talento humano. El domingo, los ecuatorianos votarán bajo la sombra de Correa, en una suerte de referendo sobre el legado del expresidente.
Correa debe mucho de su supervivencia política a sus enemigos, en particular al presidente Lenín Moreno. “Hemos vivido cuatro años de una coalición de Gobierno cuyo elemento aglutinador ha sido que no vuelva Correa”, dice el analista político Jacobo García. “Lenín Moreno siempre puso en su narrativa a Correa como actor político, lo mantiene vivo culpándole de todo”, coincide Pedro Donoso, director de la consultora Icare. La justicia ecuatoriana condenó finalmente a Correa en abril de 2020 y bloqueó sus derechos políticos. Pero sus candidatos lograron inscribir la plataforma Unión por la Esperanza, liderada por Arauz.
Buena parte del votante de Arauz es nostálgico de los años dorados del correísmo. América Latina vivía entonces del boom de los precios de las materias primas y el “socialismo del siglo XXI” moldeaba las políticas de redistribución en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil o Argentina. El Gobierno de Correa impulsó la doctrina del “buen vivir”, repartió dinero entre los más pobres y desarrolló la infraestructura con obras que han quedado grabadas en la memoria colectiva. “Voto a Arauz para que vuelva Correa”, dicen sus votantes. “Vuelve Correa”, se lee en un panfleto de campaña. El voto a Guillermo Lasso, el rival de Arauz, también está estructurado, en buena medida, por la herencia correísta. Es un voto para “que no vuelva Correa”, mientras que cualquier legado material de su presidencia queda reducido a “monumentos a la corrupción”. Esta fractura ordena hoy el tablero electoral y será determinante del resultado del domingo.
Hasta donde Correa será un lastre para Arauz o la llave de la victoria está por verse en la urnas. Jacobo García dice que el expresidente “te hace competitivo, te pone un piso de votos, pero también un techo”. “Hace que se mueva toda la ola de rechazo que produce. Correa no ha logrado descifrar la nueva sociedad ecuatoriana, esa que votó a Yaku Pérez”, el candidato indígena que salió tercero en la primera vuelta electoral, con el 19,4% de los votos, a menos de 0,3 puntos de distancia de Lasso. “Esa es gente cansada de esos liderazgos y de la política en general”, dice García.
El desafío del “vuelve Correa”
Correa será también una presencia potente en caso de que Arauz llegue el domingo a Carondelet. Satisfacer las expectativas sintetizadas en el “vuelve Correa” será un desafío para un nuevo Gobierno correísta. Pedro Donoso confía en que el liderazgo del expresidente será a la distancia. “Arauz va a jugar con una presencia simbólica de Correa, con traerlo al debate como símbolo y no como actor”, explica. Su eventual presidencia, además, se enfrentará a una transición interna en el correísmo, con grupos que entraron con Arauz y otros que quedaron relegados. “Arauz no es un líder constituido y estará sujeto a los vaivenes y presiones internas. Correa será el que esté ordenando ahí”, dice García.
Las condenas en firme contra Correa intensificarán tensión a esta interna, tanto con el electorado fiel como con el Poder Judicial. Donoso recuerda que el expresidente ya anticipó que apostará a resolver su situación “en cortes internacionales”, una estrategia que podría evitar una guerra abierta entre poderes del Estado. “Hay otro factor importante: los jueces que dictaron sentencia contra Correa son jueces temporales y ya hay una acción para que se resuelva si sus fallos son constitucionales o no”, dice. En caso de un fallo adverso, todos los procesos contra Correa caerán, despejando así el camino a un regreso sin prontuario.
¿Y si el domingo gana Lasso? Este exbanquero liberal también tendrá que lidiar con el legado político del correísmo, pero contará para ello el apoyo de las élites empresariales y otros grupos de poder. Jacobo García cita incluso como una ventaja el origen de Lasso, vinculado a los sectores que han hecho fortunas con la banca. “El interés racional por ser presidente de este país es cero. Que Lasso quiera ser presidente es importante, porque desde la comodidad de ser alguien que no tiene nada que perder puede generar algo de gobernabilidad”, dice. Correa, mientras tanto, sigue despertando pasiones extremas. Y lo sabe. Este jueves, en un mensaje grabado que se emitió durante el cierre de campaña de Andrés Arauz en Quito, el expresidente dejó un mensaje claro al correísmo: “Cualquier desencuentro lo discutiremos al día siguiente de la victoria”.
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