La alerta llegó a la Casa Blanca poco después de las 2 de la mañana. El martes, un flash de las agencias de espionaje de EE.UU. dice lo que los funcionarios a veces denominan un “pitido”. En las horas posteriores, según advertía el mensaje, era casi seguro que habría un ataque iraní sobre las tropas estadounidenses.
Un alud de amenazas potenciales ya había llegado durante el día, era sobre ataques con misiles y cohetes, de ataques terroristas contra los estadounidenses en cualquier sitio de Medio Oriente; incluso una advertencia de que cientos de combatientes de milicias apoyados por Irán podrían intentar atacar la base Ain al-Assad, un extenso complejo en el desierto occidental iraquí.
Pero la especificidad de la última advertencia de la tarde hizo que el vicepresidente Mike Pence y Robert O’Brien, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, se trasladaran al sótano del Ala Oeste, donde los asesores se estaban reuniendo en la Sala de Situaciones. El presidente Donald Trump se unió al grupo poco después de cerrar una reunión con el primer ministro griego.
Tres horas más tarde, una lluvia de misiles balísticos lanzados desde Irán cayeron sobre dos bases en Irak, incluida Ain al-Assad, donde estaban alojados aproximadamente 1.000 efectivos estadounidenses. Los ataques coronaron un día frenético repleto de confusión y desinformación, donde a veces, parecía que una escalada militar peligrosa podía llevar a una guerra mayor. Trump pasó horas con sus asesores monitoreando las últimas amenazas. Los estrategas militares consideraron opciones para represalia si Irán mataba a tropas estadounidenses.
La advertencia temprana suministrada por la inteligencia ayuda a explicar en parte, por qué los misiles causaron daños mínimos, y destruyeron solamente los hangares de aviones evacuados, ya que golpearon en la arena del desierto en franjas áridas de la base. Ningún estadounidense ni iraquí fue asesinado ni herido, y Trump, quien les indicó a sus asesores que prefería evitar mayor involucramiento, estaba aliviado.
Después, el presidente y vice presidente les hablaron a los líderes demócratas y republicanos del Congreso, y algunos le pidieron a Trump que tratara de amortiguar la crisis.
Este relato de horas tensas alrededor de los ataques del martes, se basa en entrevistas con ex funcionarios estadounidenses y actuales y personal militar, tanto en Washington, como en Irak.
Como resultó, los ataques con misiles podrían terminar siendo el cierre, sin que corra sangre, del último capítulo del conflicto latente durante cuatro décadas, de Estados Unidos con Irán. Trump declaró el miércoles que Irán “parece estar retirándose”, después de días de tensiones elevadas, desde el asesinato del general Qasem Soleimani, aunque pocos de los que siguen de cerca la dinámica de la relación de Estados Unidos con Irán pronostican un futuro pacífico.
“Si realmente esta es toda la respuesta de Irán, es una gran señal de la reducción de hostilidades que deberíamos recibir con agradecimiento”, dijo Kirsten Fontenrose, que manejó los temas de Medio Oriente en el Consejo de Seguridad Nacional al comienzo de la administración Trump.
Reforzándose las represalias
Horas antes de que los funcionarios en la Casa Blanca y el Pentágono llegaron a sus oficinas el martes, las tropas estadounidenses en Irak se preparaban para la represalia de Irán para vengar la muerte del general.
Los satélites de espionaje habían rastreado los movimientos del arsenal iraní de lanzamisiles y las comunicaciones entre los líderes militares iraníes interceptadas por la Agencia de Seguridad Nacional donde decían que la respuesta al asesinato de Soleimani llegaría ese día.
La base Ain al-Assad en la provincia de Anbar en Irak fue el foco de los numerosos informes de amenazas difusas, incluida una amenaza de que cientos de combatientes de Kataib Hezbollah, una milicia iraquí entrenada y equipada por Irán, podría lanzar un ataque frontal a la base.
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La base estaba relativamente vulnerable; ningún sistema antimisil Patriot la protegía, de acuerdo con un funcionario militar estadounidense. Habían sido desplegados a otros países en Medio Oriente, considerados más susceptibles a los ataques de misiles iraníes. Por lo tanto, los comandantes estadounidenses estaban preparados, en parte, para evacuar la base y asignaron la mayoría de las fuerzas restantes a refugios reforzados para sobrellevar cualquier ataque que surgiera.
Para la mañana de Washington, la inteligencia todavía era lo suficientemente difusa, por lo que los funcionarios de la Casa Blanca decidieron mantener la agenda planificada de Trump, que incluía la reunión con el primer ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis.
Los funcionarios de la administración retomaron su defensa del asesinato de Soleimani entre críticas crecientes de que les faltó, o no quisieron compartir, la inteligencia que ellos decían, impulsó el ataque. En el Departamento de Estado, el Secretario de Estado Mike Pompeo les dijo a los periodistas en una conferencia de prensa que el asesinato de Soleimani “fue la decisión correcta”.
Días antes, había dicho que el asesinato fue necesario para impedir ataques “inminentes”. En la mañana del martes, dio un mensaje diferente, mencionando la muerte de un contratista estadounidense asesinado en diciembre pasado cuando las milicias shiítas respaldadas por Irán dispararon cohetes a una base militar en Irak.
“Si buscamos lo inminente, es necesario mirar no muy lejos de los días que que llevaron al ataque en contra de Soleimani”, dijo Pompeo.
Horas más tarde, mientras Trump estaba reunido con Mitsotakis, la Casa Blanca recibió la alerta con un “pitido” sobre un probable ataque con misiles. Pence y O’Brien lideraron la discusión inicial en la Sala de Situaciones, acerca de la manera de enfrentar la amenaza, evaluando la inteligencia sobre los blancos probables de los iraníes.
Arriba, en el Salón Oval, Trump estaba sentado al lado de Mitsotakis, mientras los periodistas lo bombardeaban con preguntas acerca de la crisis con Irán. El presidente contestó con evasivas acerca de las amenazas que había hecho días antes, en cuanto a que Estados Unidos podría considerar atacar sitios culturales iraníes, aunque mantuvo el tono amenazante.
“Si Irán hace algo que no debe, van a sufrir las consecuencias, y muy fuertes”, dijo Trump. “Estamos completamente preparados”.
Confusión y desinformación
Después de la breve conferencia de prensa, Trump bajó las escaleras y se dirigió a la Sala de Situaciones.
Con sándwiches servidos a un costado de la habitación, el grupo que asesoró al presidente en distintos momentos del día, incluyó a un grupo de funcionarios de seguridad nacional experimentados, incluido el jefe del Estado Mayor Conjunto, Gral. Mark Milley, veterano del ejército; Keith Kellogg, teniente general del ejército retirado que se desempeña como asesor de seguridad nacional de Pence; y Joseph Maguire, director en funciones de inteligencia nacional.
También estaba Pompeo, que se convirtió en una fuerza impulsora en la política sobre Irán de la administración Trump y un defensor de lo que a menudo denominamos “restaurar la disuasión” contra la agresión de Teherán en Medio Oriente. Como proponente poderoso del ataque del viernes que mató a Soleimani, Pompeo tuvo un rol esencial en llevar a Trump al punto de crisis.
Sin embargo, otros alrededor de la mesa larga y rectangular en la Sala de Situaciones solamente tenían experiencia modesta en política exterior, incluido Mick Mulvaney, el jefe de gabinete en funciones de la Casa Blanca y ex congresista por Carolina del Sur; y O’Brien, que era un abogado de Los Ángeles antes de pasar 2 años y medio como negociador principal de rehenes de la administración Trump y asumiera el cargo de asesor de seguridad nacional en septiembre.
En un video apareció Gina Haspel, directora de la CIA, quien monitoreaba la crisis desde las oficinas centrales de la agencia en el norte de Virginia. En los días anteriores a la muerte de Soleimani, Haspel le anunció a Trump que la amenaza que presentaba el general iraní era mayor que la amenaza de respuesta de Irán si era asesinado, de acuerdo con los ex funcionarios y actuales estadounidenses. Realmente, Haspel había pronosticado que la respuesta más probable sería un ataque con misiles desde Irán a bases donde estaban desplegadas las tropas estadounidenses, la verdadera situación que parecía estar desarrollándose el martes a la tarde.
Aunque Haspel no asumió una posición formal sobre si matar a Soleimani, los funcionarios que escucharon su análisis se fueron con la idea clara de que la CIA creía que matarlo mejoraría, no debilitaría, la seguridad en Medio Oriente.
Sin embargo, en aquel momento, días después de su muerte, el presidente y sus asesores enfrentaban una oleada de información conflictiva. Alrededor de las 4 de la tarde, llegaron los informes de que un campo de entrenamiento al norte de Bagdad podría haber sido atacado. Los funcionarios en la Casa Blanca y el Departamento de Estado esperaban ansiosamente que el Pentágono les suministrara informes de daños sobre el campo, base aérea Taji, donde las tropas estadounidenses estaban estacionadas. Fue falsa alarma, aunque los funcionarios estadounidenses, dijeron el miércoles, que creían que varios misiles disparados en aluvión un día antes, estaban dirigidos a la base.
A medida que llegaban los informes de Taji, los parlantes en la embajada estadounidense en Bagdad anunciaban que podía haber un ataque inminente. Al igual que en los días anteriores, el personal estadounidense e iraquí dentro del complejo corrieron a los refugios antiaéreos.
Aproximadamente una hora después, los primeros misiles dirigidos a Ain al-Asad pasaron por encima de sus cabezas.
Una lluvia de misiles
Aproximadamente a las 17.30, en Washington, el Pentágono detectó el primero de lo que serían 16 misiles Fateh 110 y Shahab de corto y mediano alcance, disparados desde tres lugares dentro de Irán.
Varios golpearon a Ain al-Assad, aunque solamente causaron daño mínimo. Golpearon un helicóptero Black Hawky un drone de reconocimiento, junto con partes de la torre de control de tráfico aéreo, de acuerdo con un funcionario militar familiarizado con la evaluación de daños de batalla del ataque.
El ataque también destruyó varias carpas.
Minutos después, una salva de misiles atacó una base aérea en Erbil, al norte de Irak, que fue un centro de Operaciones Especiales para cientos de tropas estadounidenses y otras aliadas, personal de logística y especialistas en inteligencia a lo largo de la lucha contra el Estado Islámico. El daño a la base no fue claro, aunque no hubo personal asesinado ni herido.
¿Por qué los ataques iraníes hicieron tan poco daño? Trump lo atribuyó a las “precauciones que se tomaron, la dispersión de las fuerzas y un sistema de alarma temprana que funcionó muy bien”. Un funcionario militar estadounidense de alto rango descartó la idea de que Irán haya evitado las muertes de tropas intencionalmente, al disparar, sobre lugares deshabitados de las dos bases.
No obstante, los funcionarios estadounidenses reconocieron que los líderes iraníes mostraron moderación en la planificación de los ataques con misiles, especialmente después del feroz comunicado de Teherán luego de la muerte de Soleimani.
“Estamos recibiendo inteligencia alentadora de que Irán está enviando mensajes a esas mismas milicias de no movilizarse contra blancos estadounidenses o civiles. Y esperamos que ese mensaje continúe teniendo eco”, dijo Pence durante una entrevista el miércoles a la noche con CBS News.
Después de que los ataques cesaron, Trump y Pence hicieron una rueda de llamadas a los líderes legislativos, e incluso algunos de los aliados del presidente dijeron que Trump debía ser medido en su respuesta a los ataques iraníes.
Recordando su conversación con Trump, el senador Lindsey Graham, R-S.C., dijo que le comentó al presidente: “Simplemente retirémonos y veamos que pasa en unos días”.
Los asesores también debatieron si Trump debía dar un discurso, y varios asesores, incluidos Jared Kushner y Stephen Miller, al igual que Pence, trabajaron en uno el miércoles a la mañana antes de que el presidente hablara por televisión.
Más de media docena de borradores circularon mientras los asesores se unían para preparar el discurso. A un funcionario militar le avisaron solamente con 20 minutos de anticipación que tenía que ir a la Casa Blanca para estar detrás de Trump, mientras este último hablaba en el Grand Foyer de la Casa Blanca a la mañana, y el presidente fue editando el texto prácticamente hasta el momento en que apareció en el atril.
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