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jueves, 4 de mayo de 2017

¿Cómo es vivir en el infierno?: Centralia, la ciudad que se quema por dentro


En la región del carbón de los Montes Apalaches de Pensilvania, en el noreste de Estados Unidos, se halla Centralia, o más bien lo que queda de esta pequeña población, que un día fue una próspera comunidad minera y terminó convertida en un pueblo fantasma en cuyo subsuelo arde un infierno a más de 700ºC.

Fue precisamente el carbón el que dio lugar a la fundación de la localidad a mediados del siglo XIX y sería ese otrora preciado mineral el origen de su desaparición.

Un fuego subterráneo iniciado de forma accidental hace ahora 50 años cerca de una mina abandonada, acabó extendiéndose por el subsuelo del pueblo, obligando a trasladar a la práctica totalidad de sus 1.200 habitantes y a derruir más de 500 casas.

Nadie más indicado para hacernos de guía de este lugar que el periodista David DeKok, quien empezó a escribir sobre el incendio en 1976, cuando trabajaba en un pequeño diario local de la cercana Shamokin.

La historia le cautivó y con los años acabaría publicando un libro en el que relata los trágicos acontecimientos que marcarían el destino de Centralia.

Con los años el incendio se ha ido extendiendo poco a poco, quemando las abundantes reservas de carbón que quedan en las galerías de las minas abandonadas que se encuentran en el subsuelo de la población.

A simple vista, en este paraje de naturaleza exuberante, no hay ni rastro de las columnas de humo, las grietas y los socavones que han hecho famoso a Centralia.

Cuando el fuego se inició en 1962, Centralia, como gran parte de los pueblos de esta región, estaba en pleno declive económico, después de que las minas fueran cerradas a causa del abandono del carbón en favor del gas y del petróleo.

Durante años el incendio pasó desapercibido, pero a fines de los años '70 empezaron a hacerse evidentes los riesgos que este presentaba, debido a la gran cantidad de gases tóxicos que surgían del subsuelo y de los socavones que aparecían en el terreno y que hacían peligrar la integridad de las construcciones de la localidad.

"En 1979 tuvieron que cerrar la gasolinera del pueblo porque el fuego estaba calentando peligrosamente los tanques de combustible subterráneos. Luego los gases tóxicos empezaron penetrar en el interior de las casas y las autoridades instalaron las primeras alarmas de gas", explicó David DeKok.
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Autor: Nelson Soria. Con la tecnología de Blogger.

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