Una vez más, el presidente Donald Trump ha vuelto a coger al mundo a contrapie al aceptar, contra todo pronóstico, un encuentro con Kim Jong-un para discutir la crisis de Corea del Norte y su programa de armamento nuclear. Emisarios surcoreanos en Washington han comparecido esta madrugada ante la prensa para anunciar la noticia, que ha sido posteriormente confirmada por la Casa Blanca. “Se está planificando un encuentro”, ha tuiteado Trump, señalando que Kim ha hablado con los surcoreanos sobre “desnuclearización” de la península coreana, “no solo de congelar” el programa. No obstante, ha matizado que “las sanciones seguirán en su lugar hasta que se llegue a un acuerdo”.
Un alto oficial de la Administración estadounidense ha indicado que la reunión podría tener lugar “en cuestión de un par de meses, con la fecha y el lugar exactos todavía por determinar”. No obstante, se especula ya con la posibilidad de que se celebre en Ginebra, Nueva York, Pyongyang o incluso en Mar-a-Lago, la residencia de lujo de Trump en Florida.
Pero ¿por qué ambos líderes, ninguno de los cuales es famoso por su talante conciliador, parecen haber aceptado las líneas generales de lo que podría constituir un acuerdo duradero para resolver la cuestión norcoreana? Una posible respuesta es que los dos creen tener la sartén por el mango: si bien este encuentro sirve para masajear la vanidad de Trump, también beneficia de varias formas a Corea del Norte.
Los diplomáticos de Corea del Sur –un país que necesita desesperadamente encontrar una solución a la crisis, pues un conflicto armado le acarrearía una devastación inimaginable- han adoptado una estrategia brillante: halagar a Trump y hacerle pensar que este avance se debe a su determinación. “Le he explicado al presidente Trump que su liderazgo y su política de máxima presión, junto a la solidaridad internacional, nos han traído a esta coyuntura. Le he explicado la gratitud personal del presidente Moon Jae-in por el liderazgo de Trump”, ha declarado en rueda de prensa Chung Eui-yong, jefe de la Oficina de Seguridad Nacional de Corea del Sur y líder de la delegación de Seúl enviada a Washington. Trump apenas podía contener su satisfacción: incluso le dijo a uno de los reporteros que cubre la Casa Blanca que esperaba que se le atribuyese el crédito que merece por este resultado, según informa Julian Borger, corresponsal en Washington del diario británico The Guardian.
Por su parte, Kim Jong-un tiene numerosos motivos para desear este encuentro. A estas alturas, pese a las numerosas especulaciones previas sobre su salud mental, el líder norcoreano ha demostrado estar muy en sus cabales. Pyongyang es perfectamente consciente de que una guerra significaría el final de su régimen, y de ahí su insistencia en mantener a toda costa el programa nuclear como garantía de supervivencia. Sabe, además, que Washington solo tiene dos opciones: negociar, o una intervención armada. Pero esto último implicaría la destrucción de Corea del Sur, por lo que cualquier acción en ese sentido debe contar con la aprobación de Seúl o aceptar la condena internacional. Por ello, un acercamiento con el sur tiene mucho sentido.
Kim sabe, además, que su posición negociadora es mucho más fuerte de lo que fue nunca la de su padre y abuelo: las armas nucleares de Corea del Norte ya son una realidad, no una posible amenaza futura que se pueda paralizar. Y para deshacerse de ellas, Pyongyang puede exigir concesiones muy importantes, como la cancelación de todos los ejercicios militares conjuntos entre EEUU y Corea del Sur, e incluso la retirada de las tropas estadounidenses de territorio surcoreano como garantía de seguridad hacia su régimen.
Un golazo para Kim Jong-un
Y de hecho Trump, al aceptar la invitación de Kim, ha roto con casi tres décadas de diplomacia estadounidense: ni Kim Il-sung ni Kim Jong-il lograron nunca un encuentro cara a cara con un presidente estadounidense, lo que sin duda, si en esta ocasión llega a celebrarse, puede considerarse un gran logro del actual líder norcoreano. “Es un golpe increíble para Kim. El mensaje es que Saddam y Gaddafi se desarmaron, y están muertos. Kim terminó el programa de armas nucleares, y consigue una cumbre con el presidente de EEUU”, decía incrédulo Jeffrey Lewis, director del Programa de No Proliferación Nuclear en Asia del Instituto Middlebury de Estudios Internacionales.
“Para ser honestos, tenemos que hablar con Corea del Norte. Pero Kim no está invitando a Trump para abandonar sus armas nucleares. Le está invitando para demostrar que su inversión en capacidades nucleares y de misiles ha forzado a EEUU a tratarle como un igual”, ha declarado Lewis a The Guardian.
Y ahí radica uno de los malentendidos más probables de esta negociación: para Pyongyang y Washington, “desnuclearización” significan cosas muy diferentes. Mientras Trump prevé un desarme unilateral por parte de Corea del Norte, Kim espera que a cambio EEUU deje de ser un poder amenazante en la península dispuesto a utilizar sus capacidades nucleares para proteger a Seúl.
Por ello, la mayoría de los expertos llaman a la cautela. “Son buenas noticias, no hay duda. Pero esto probablemente acabará por ser solo un factor de corta duración a menos que se adopten medidas más sólidas”, dice Hong Chun-Uk, economista jefe de la firma Kiwoom Securities en Seúl, en una entrevista con la agencia Reuters.
“Dado que Kim Jong-un ya ha hecho algunas concesiones sin lograr nada a cambio, como congelar las pruebas nucleares y de misiles y aceptando que los ejercicios militares EEUU-Corea del Sur deben continuar como estaban planificados, no me sorprendería que Kim esté preparado para ofrecer muchas cosas durante un encuentro”, opina Frank Aum, experto en el conflicto norcoreano en el Instituto Estadounidense por la Paz. No obstante, él también considera que la situación se puede torcer por numerosas razones. “El precio de Corea del Norte por abandonar su armamento podría ser demasiado alto para EEUU, como la retirada de las fuerzas estadounidenses de Corea del Sur o el fin de la alianza EEUU-Corea del Sur. O Corea del Norte podría no proporcionar suficientes garantías en la monitorización y la verificación de la desnuclearización. O Corea del Norte podría aceptar desnuclearizarse a lo largo de un período mayor de lo que EEUU vería aceptable”, señala.
¿Serán capaces de entenderse Kim Jong-un y Donald Trump? La respuesta, casi con certeza, la tendremos en un par de meses.
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