Como estaba previsto, se celebró con el apoyo de veinte países la reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la OEA, para estudiar el informe que el Secretario General de la Organización, el uruguayo Luis Almagro, había presentado el 14 Marzo en el que había sugerido que a Venezuela se le aplicara la Carta Democrática, que incluye en última instancia su suspensión como miembro de la Organización, si el gobierno venezolano no tomara las medidas para la liberación de los presos políticos, el reconocimiento de la validez de las decisiones de la asamblea nacional y estableciera un calendario electoral que incluyera elecciones.
Catorce países, incluyendo a Colombia, formularon hace pocos días una declaración en la que tácitamente apoyaron la iniciativa de Almagro de aplicar la Carta Democrática, pero advirtiendo que “la suspensión de un país miembro” de la OEA era “el último recurso” y que antes tendrían que “agotarse los esfuerzos diplomáticos en un plazo razonable”.
Es decir, desde un primer momento, todos fueron especialmente cautelosos en no comprometerse en llevar las cosas hasta el extremo de apoyar la exclusión del gobierno de Venezuela de la Organización.
Como también era previsible, no se llegó a ninguna votación y los países se limitaron a expresar exhortaciones a Organización para que apoyara acciones para propiciar el funcionamiento de un estado de derecho en Venezuela , lo que en la práctica no quiere decir mayor cosa.
Sin embargo, aunque no se apoyó la aplicación de la Carta Democrática, Venezuela no salió bien librada, no sólo porque veinte países impidieron el bloqueo que Venezuela trató de hacer en un principio a la agenda del reunión, sino porque luego el representante venezolano la emprendió contra Brasil y especialmente contra Colombia, aduciendo que el gobierno colombiano, en lugar de intervenir en la crisis venezolana debía ocuparse, entre otras, de la erradicación de los cultivos de coca, que han proliferado notablemente en los últimos años, así como de la represión del contrabando.
El representante venezolano, luego de ser interrumpido por Brasil y México, comenzó a atacar a cada uno de los países que habían liderado la convocatoria de la reunión. Eso generó en una sucesiva solicitud de puntos de orden, incluyendo una réplica de Colombia, que a la larga abortaron la reunión. Curiosamente el representante venezolano censuró al secretario de estado, al congreso de los Estados Unidos y al senador norteamericano Marco Rubio, pero no mencionó a Trump, que seguramente seguía el debate, sino que acusó a Obama.
En síntesis, aunque no se apoyó la aplicación de la Carta Democrática como lo había solicitado Almagro, el gobierno venezolano quedó en “evidencia” ante el continente, despotricando además contra la OEA. Eso seguramente lo había previsto el Secretario General, que es un avezado diplomático y que de todas maneras logró poner el tema en la agenda de la Organización.
¿Será que la intervención del representante venezolano y las posteriores declaraciones de la canciller de ese país contra Colombia en una rueda de prensa, unidas a la ocupación militar de la margen colombiana del río Arauca, rompe la “luna de miel” que existía entre Colombia y Venezuela?
(*) Profesor de la facultad de gobierno, ciencia política y relaciones internacionales de la universidad del Rosario
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