Hace cuatro años, nadie en Perú conocía a Pedro Castillo. El maestro rural y líder sindical salió del anonimato cuando encabezó una huelga nacional del magisterio e irrumpió con un discurso de izquierda y la promesa de “no más pobres en un país rico”, una promesa que parece haber convencido a un poco más de los votantes peruanos, que lo tienen cada vez más cerca de la presidencia.
El candidato de Perú Libre, un minoritario partido izquierdista, conserva una leve ventaja sobre Keiko Fujimori, se acuerdo con un 99.54% de los votos contados. Según los únicos resultados, de las 10:54 am de este viernes, Castillo cuenta con 50.17 de los votos (8 millones 817,351), frente al 49.82% (8 millones 757,118) de la candidata de Fuerza Popular, el partido del fujimorismo.
La autoridad electoral de Perú aún no ha confirmado la victoria, pero la mayoría de los observadores y algunos líderes regionales de izquierda, incluidos los de Argentina y Bolivia, han proclamado a Castillo como vencedor.
"Diversos presidentes del mundo saludan la victoria de Pedro Castillo, es decir, tiene una sólida legitimidad internacional', escribió en Twitter el líder del partido Perú Libre, Vladimir Cerrón.
Fujimori aún no ha reconocido la derrota en las elecciones, a falta de menos de 100,000 votos por contar, y sus partidarios han convocado protestas como resultado.
Ha insistido en las acusaciones de fraude sin fundamento, y los miembros de su partido han dicho que no concederán el triunfo a su rival hasta que se cuenten todos los votos y las apelaciones, lo que aún podría tardar días.
De confirmarse los resultados, esta será la tercera vez que Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori, pierda en una segunda vuelta electoral. En 2011, cayó ante Ollanta Humala y en 2016, fue derrotada por Pedro Pablo Kuczynski. En los dos casos, se convirtió en la principal voz de la oposición.
Mezcla de moral conservadora y demandas sociales
Nació en Puña, un pueblo del distrito de Chota, en la región norteña de Cajamarca, donde vive y trabaja como maestro de una escuela rural desde hace 24 años. Su nombre comenzó a sonar en 2017, cuando lideró una prolongada huelga nacional del magisterio.
Está casado y tiene tres hijos. Su esposa es evangélica, pero él católico. La mezcla de moral conservadora y demandas sociales de cambio ha sintonizado bien en un país donde la religión suele ser un factor electoral.
Acostumbra a citar pasajes bíblicos cuando apela a la moral para justificar su rechazo al aborto, al matrimonio homosexual y la eutanasia.
Con sombrero blanco de copa alta típico de Cajamarca, recorrió pacientemente las regiones de Perú, incluso a caballo, para conseguir votos.
'Castillo es una especie de Lula del campo, sin las dotes sindicalistas del ex presidente brasileño, pero demuestra ser un buen comunicador', dice a la AFP la periodista y analista Sonia Goldenberg.
'Es mucho mejor candidato que Keiko Fujimori para transmitir emociones', agrega.
Promete crear un millón de empleos en un año y niega que pretenda confiscar los fondos de pensiones de los trabajadores, como aseguran sus críticos.
'El pueblo se siente identificado con una persona que nace del mismo pueblo', dijo el candidato cuando acudió a caballo a votar en la primera vuelta en Tacabamba, Cajamarca, el medio de transporte tradicional de esa zona rural.
Raíces en el campo peruano
Pobre y analfabeto, Ireño Castillo, un devoto cristiano que conoce como la palma de su mano los secretos del campo andino, no hubiera creído jamás a quien hubiera presagiado que el tercero de sus nueve hijos estaría hoy a las puertas de convertirse en presidente de Perú.
Ireño, de 81 años, y su esposa Mavila Terrones, de 75, también analfabeta, fueron durante años campesinos sin tierra en una hacienda de San Luís de Puña, una comunidad del distrito chotano de Tacabamba, donde descansa su humilde hogar de piedra, adobe y techo de calamina.
Allí, en la norteña región de Cajamarca, la segunda más pobre del Perú, creció junto a sus ocho hermanos el candidato izquierdista.
'Yo era un muchacho pobre y no me alcanzaba el dinero para pagar el arriendo (de las tierras) y educar a mis hijos', dijo a la agencia EFE el padre del candidato, ataviado con un machete, sandalias hechas con neumáticos usados y un tradicional sombrero 'chotano' de paja y ala grande.
Según el relato del anciano, la educación de su hijo buscó acercar a Pedro a los valores de la fe católica, las rondas campesinas y las arduas labores de la agricultura: 'Lo llevaba por varias zonas desde pequeño y le enseñaba a trabajar', contó.
Cuando cumplió los 12 años, padre e hijo caminaban una vez al año por más de dos días unos 140 kilómetros hasta una zona amazónica para laborar durante un mes como jornaleros en la cosecha de café.
'Nos íbamos con fiambre y dos o tres días de camino, con alforjita al hombro y veníamos y traíamos platita para comprar sus cuadernos y su uniforme de la escuela', detalló el padre.
El candidato, el único de todos los hermanos en ir a la universidad, hacía arduos esfuerzos para combinar el trabajo del campo con los estudios.
'El día que no tenía clases, (Pedro) trabajaba todo el día en la chacra, cultivando el maíz, la papa y viendo el ganado', explicó a la agencia española el mayor de los hermanos Castillo, José Mercedes.
'Teníamos comida porque trabajábamos todos desde niños como si hubiéramos sido adultos en la chacra', agregó el hombre, de 55 años, desde la casa que levantó con sus propias manos a pocos metros de la vivienda de sus padres, en donde reside con su esposa y sus cinco hijos.
Mercedes y Pedro completaron el tercer grado de primaria en la escuela de su comunidad de San Luís de Puña. Pero, después, el primero abandonó los estudios y el candidato los continuó en otro colegio del distrito de Anguía, el tercero más pobre de Perú.
Allí conoció a su esposa, Lilia Paredes, también maestra rural y con quien tiene dos hijos. Junto a ellos vive también la hermana pequeña de Paredes, quien tiene la edad del hijo menor de la pareja y a quien han criado como una hija más.
Mientras acababa los estudios de primaria, todos lo días, sin excepción, Pedro emprendía a las cinco de la madrugada un viaje de dos horas a pie por el lodo, cargado del fiambre que le preparaba su madre y protegido del típico poncho de lana de carnero y sombrero chotano.
'Él no fallaba nunca', insistió el padre.
Los kilómetros, los fiambres y el ritual matutino de Pedro se mantuvieron casi intactos aun siendo maestro, una vocación que ejerció por más de un cuarto de siglo en tres aldeas recónditas de la región, con índices de pobreza que superan el 60%.
El trabajo sindical
Vivir en carne propia el esfuerzo mal pagado de los profesores de escuelas rurales peruanas, una posición de enorme influencia y respeto social en las comunidades en las que trabajan, lo llevó al trabajo sindical.
Castillo fue creciendo en esta labor hasta terminar en 2017 como el líder de una huelga magisterial, que lo colocó en el ojo del huracán mediático.
La huelga nacional de 2017 se prolongó por casi 80 días, en demanda de aumento salarial y la eliminación de un cuestionado sistema de evaluación de los docentes.
El paro dejó sin clases a 3.5 millones de alumnos de escuelas públicas del país y arrinconó al entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski. Éste se negaba inicialmente a dialogar con los huelguistas hasta que cedió y aceptó la mayoría de las demandas, excepto terminar con el sistema de evaluación.
De hecho, en ese momento, mantuvo reuniones amistosas con los líderes del fujimorismo —hoy sus grandes enemigos—, que respaldaban su protesta, por su interés en debilitar al gobierno de Kuczynski.
En un intento por deslegitimar la huelga, el ministro del Interior de la época, Carlos Basombrío, dijo que los líderes del magisterio estaban ligados al Movadef, el brazo político de la derrotada guerrilla maoísta de Sendero Luminoso, grupo ilegal considerado 'terrorista' en Perú.
'Rechazo categóricamente las denuncias', replicó entonces Castillo, quien había integrado en Cajamarca las 'rondas campesinas' armadas que resistían las incursiones de Sendero en los duros días del conflicto interno (1980-2000).
Sin tener mayor experiencia política que esa, el pasado 11 de abril resultó de forma sorpresiva el candidato más votado en la primera vuelta de los comicios presidenciales.
'Siempre ha tenido grandes ambiciones, pero no pensábamos que iba a estar de repente en esta situación. Ahora la esperanza de todo el pueblo es Pedro y yo me siento orgulloso de tener un hermano así', dijo José Mercedes, quien reconoció que, todo, 'parece ser un sueño'.
Un voto construido en el Perú rural y minero
Mientras el voto en las grandes ciudades peruanas, como Lima, favoreció a Keiko Fujimori, la mayoría de los electores en zonas rurales y mineras de Perú se inclinaron por Castillo. El líder sindical se ha comprometido a aumentar drásticamente los impuestos a las empresas del sector en el segundo mayor productor mundial de cobre. 'Cambios, no reformas'
El alto apoyo en los distritos donde se encuentran las minas clave subraya cómo las tensiones han estallado tras años de conflictos entre las firmas mineras y las comunidades locales, que a menudo reclaman mayores beneficios por los recursos.
En provincias mineras como Cotabambas, Espinar y Chumbivilcas, más de nueve de cada 10 personas votaron por Castillo, según muestran los datos electorales, impulsándolo a una estrecha pero sostenida ventaja por delante de su rival, la derechista Keiko Fujimori.
Esas regiones albergan enormes minas como la de cobre Las Bambas, operada por MMG de China, Antapaccay de Glencore y Constancia de Hudbay Minerales de Canadá. En Chumbivilcas, Castillo obtuvo el 96.5% de los votos.
'El pueblo ha despertado', dijo Castillo a sus partidarios el jueves por la noche. Anteriormente, había criticado a las empresas mineras por 'saquear' la riqueza del país y ha dicho que los impuestos sobre los beneficios de los minerales tendrán que aumentar considerablemente para recaudar fondos.
En general, los datos electorales mostraron que Castillo recibió más del 65% de apoyo en al menos 10 provincias donde se encuentran minas clave de oro, cobre, plata y zinc, lo que le da una fuerte mandato en esas áreas para impulsar reformas.
"Cambios, no reformas"
Fujimori, una candidata favorable al mercado, había buscado atraer el apoyo de las regiones mineras prometiendo entregar dinero en efectivo a las personas que viven esas zonas, con fondos de la renta que paga esta industria, pero la oferta parece no haber sido suficiente para los votantes.
Mientras tanto, Castillo prometió una reforma mucho más extendida: retener hasta el 70% de las ganancias mineras, para invertir en programas de salud y educación, especialmente en áreas ricas en minerales que tienen altos índices de pobreza.
El candidato ha anunciado que si llega al poder, el país recuperará el control de sus riquezas energéticas y minerales, como el gas, el litio y el oro, ahora bajo control de multinacionales. Sin embargo no ha precisado cómo lo hará.
'Planeamos cambios, no parches o reformas como otros candidatos de izquierda', afirmó Castillo durante la campaña.
La izquierda peruana llegó dividida a los comicios con cuatro candidatos, entre ellos Verónika Mendoza y el ex cura católico Marco Arana, además de Castillo.
La propuesta electoral de Perú Libre se basó en una tríada: salud, educación y agricultura, los sectores prioritarios para impulsar el desarrollo nacional, según Castillo.
También prevé convocar a una Asamblea Constituyente para redactar en seis meses una nueva carta magna en reemplazo de la actual, que privilegia la economía de libre mercado.
La Constitución de 1993 es un legado del gobierno de derecha populista de Alberto Fujimori (1990-2000), padre de Keiko. La rival de Castillo se opone a cambiar la carta magna.
El candidato promete además expulsar a los extranjeros que cometan delitos, en tácita alusión a los migrantes venezolanos que llegaron desde 2017 y que superan el millón.
'[Daremos un] plazo de 72 horas a extranjeros ilegales para dejar el país, los que han venido a delinquir', aseguró Castillo, que con el fin de combatir la inseguridad propone que Perú se retire del Pacto de San José para restablecer la pena de muerte a los delincuentes.
Perú Libre es uno de los pocos partidos peruanos de izquierda que defiende al régimen del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
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