La visión en directo de un desfile militar norcoreano impresiona. Miles de soldados más altos y robustos que la media y con mandíbula prieta ejecutan su icónico paso de la oca con un brío que provoca vibraciones en el cemento de la Plaza de Kim Il-Sung. Pero la privilegiada soldadesca tampoco escapa de la vida árida del país en cuanto se apagan los focos. Extenuantes jornadas, violaciones, malnutrición, higiene deficitaria y enfermedades no le son extrañas.
Una desertora ha descrito un cuadro cotidiano tan extremo que detiene la menstruación. “Después de seis meses o un año de servicio, dejamos de menstruar por la falta de comida y el estrés”, ha relatado a la BBC la exsoldado Lee Se Yeon. Sus compañeras, añade, incluso lo agradecen porque el periodo añadiría dureza a sus jornadas. Tampoco el Ejército contempla la menstruación y las soldados tienen que reutilizar las compresas.
Lee, de familia militar, se enroló voluntariamente en el Ejército durante las grandes hambrunas de los noventa en busca del rancho diario. Lo abandonó después de diez años y su estrecheces financieras la empujaron a huir. Tras un intento fallido y un año en prisión, atravesó a nado el río Tumen que separa Corea del Norte de China.
Vulnerabilidad sexual
Lee durmió durante una década en una litera baja en un cuarto con dos docenas de mujeres. Carecía de agua caliente y se lavaba con una manguera conectada a un riachuelo montañoso de la que salían ranas y culebras. Otras desertoras han revelado que muchos destinos en el campo carecen de baños y orinan frente a sus colegas masculinos. La vulnerabilidad sexual también es cotidiana. Lee sostiene que muchas de sus colegas sufrieron abusos. “El comandante de la compañía está en su habitación y viola a las soldados bajo su mando. Eso ocurre una y otra vez”, revela a la cadena británica. La ley prevé penas de siete años de cárcel a los violadores pero el estigma (muy común en Asia) desaconseja las denuncias y alimenta la impunidad.
Las sequías e inundaciones de este año han complicado la autosuficiencia alimentaria que ansía Pyongyang. Dos de cada cinco norcoreanos sufren malnutrición y el 70 % depende del sistema de distribución estatal para sobrevivir. Las raciones han caído a los 400 gramos diarios, muy por debajo de los 573 que pretende el Gobierno.
Corea del Norte destina a su ejército el 15 % de su PIB, según cifras oficiales, mientras estudios independientes hablan del 20 o incluso el 40%. El alimento de las tropas es prioritario pero tampoco han escapado de carencias. Expertos revelaron meses atrás que su salud es tan débil que les incapacita para el combate.
Una inaudita huida esta semana apuntala esa teoría. Los desertores no son escasos en las últimos años a través de la porosa frontera china. Pero el soldado veintañero eligió la zona desmilitarizada que separa ambos países, paradójicamente el área con mayor densidad militar del planeta. Robó un jeep, atravesó las alambradas y alcanzó suelo surcoreano bajo las ráfagas de sus colegas. Fue rescatado y llevado en helicóptero a un hospital para sanar sus cinco balazos. El desertor permanece sedado y con respiración asistida después de dos intervenciones quirúrgicas.
Gusanos en el estómago
El soldado padece neumonía por las heridas en su pulmón y problemas sanguíneos debido a la masiva transfusión de 16 litros. Pero de su país traía otras enfermedades que descubren la crisis sanitaria y alimentaria en Corea del Norte.
La exploración reveló docenas de gusanos en su estómago e intestinos. Uno de ellos alcanzaba los 27 centímetros. El médico reveló que nunca había visto nada igual, sólo en los libros. Las sanciones internacionales han privado a Corea del Norte de fertilizantes químicos y Kim Jong-un ordenó en 2014 a los agricultores que utilizaran compuestos con heces humanas y restos de animales. El líder aclaró que los fertilizantes orgánicos son los más eficaces y nadie le recordó que también multiplican los parásitos. La comunidad médica teme una epidemia de gusanos intestinales. Un estudio de 2014 reveló que siete de 17 desertoras los padecían.
El soldado también padece de hepatitis B, una enfermedad que afecta al hígado y puede derivar en cáncer. Otro estudio del Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades de Corea reveló que la padecían el 12,4 % de los desertores hombres y el 10,4 % de las mujeres. Esos porcentajes triplican los de Corea del Sur.
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