Diez días de ejercicios militares en los que participarán unos 14 mil efectivos de Japón y Estados Unidos comenzaron este jueves (16.11.2017) en las aguas en torno a Okinawa. El objetivo de las maniobras es exhibir poderío militar y trabajo conjunto ante la amenaza que supone para la región el programa de desarrollo de armas nucleares impulsado por el Gobierno de Corea del Norte.
En las acciones tomarán parte el portaaviones USS Ronald Reagan y los destructores USS Stethem, USS Chafee y USS Mustin, entre otros buques de guerra, y tendrán lugar hata el próximo 26 de noviembre, "en las aguas que rodean Okinawa”, según detalló la Armada de Estados Unidos a través de un comunicado. El objetivo de la acción, que se realiza cada año, es "incrementar la operatividad defensiva y el trabajo conjunto entre las fuerzas de Estados Unidos y Japón a través de operaciones de entrenamiento aéreas y marítimas”.
Estas maniobras tienen lugar después de que el pasado domingo Corea del Sur y EE.UU. iniciaran otras excepcionales de mayor envergadura en el Mar de Japón (llamado "Mar del Este" en las dos Coreas), y dirigidas también a enviar un mensaje de fuerza a Pyongyang. Éstas fueron criticadas por el embajador norcoreano ante la ONU, quien dijo e una carta enviada al secretario general que la situación en la península era "la peor de la historia”.
Trabajo en equipo
Coincidió con él el primer ministro nipón, Shinzo Abe, quien aseguró este jueves que la situación de seguridad en la región es "cada vez más grave", y destacó la necesidad de reforzar la "capacidad de disuasión y de respuesta conjunta" por parte de Tokio y Washington. El jefe del Comando del Pacífico estadounidense, almirante Harry Harris, agregó que las maniobras conjuntas constituyen "un buen ejemplo de cómo los dos ejércitos trabajan estrechamente".
Abe y Harris se reunieron poco después de la visita a Japón del presidente estadounidense, Donald Trump, quien reafirmó junto al primer ministro nipón la estrategia conjunta de aplicar "la máxima presión posible" sobre Pyongyang para forzarle a abandonar sus programas armamentísticos. Pyongyang calificó esta intervención como "una declaración de guerra" y cargó con vehemencia contra el presidente estadounidense, al que incluso condenó a muerte por haber criticado al líder norcoreano Kim Jong-un.
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