Corea del Norte celebra este domingo los 70 años de su creación como Estado con grandes y deslumbrantes exhibiciones de disciplina y devoción.
Decenas de miles de ciudadanos marcharon en un desfile meticulosamente ensayado y que está pensado para incluir al menos algunos de los artilugios militares más codiciados. Hasta equipos de televisión extranjera han sido permitidos, en un país que es reconocido como el más enigmático del planeta.
Lo más probable es que las cámaras recibieran órdenes de qué enfocar y grabar. Lo que no pudieron captar fueron los meses y, a veces, años de prácticas dolorosas a los que son sometidos los participantes.
"Estos desfiles son emblemáticos del 'Estado teatral' de Pyongyang, con decenas de miles de personas movilizadas en demostraciones desindividualizadas de fervor patriótico, adulación al líder y eslóganes ideológicos arcaicos", le dijo a la BBC Sokeel Park, de Libertad en Corea del Norte, una organización internacional no gubernamental que trabaja con desertores del régimen.
"Los norcoreanos deben ser vistos, pero no oídos. Pero cada uno de los rostros de esa masa de gente que pase por la Plaza Kim Il-sung es un individuo que puede dar voz a una opinión diferente si se le diera la oportunidad de hacerlo".
Camisas en llamas
Kim Ji-young tiene ahora esa oportunidad. Esta norcoreana de 36 años desertó y se adentró en Corea del Sur hace seis años.
En Pyongyang era universitaria y participó en los desfiles portando una antorcha. El objetivo era recrear las batallas nocturnas del primer líder supremo de Corea del Norte, Kim Il-sung, de quien se dice que luchó para liberar a la nación del gobierno japonés.
"Era una especie de festival de fuegos artificiales con antorchas que dibujaban letras. Debe haber sido genial ver desde arriba como las letras ardían mientras jóvenes universitarios marchaban. Pero nuestras camisetas se prendían en llamas de vez en cuando".
"Practicamos seis meses y lo único que teníamos que hacer era sostener la antorcha y caminar. El que lideraba la marcha debía gritar '¡Hurra, camarada Kim Il-sung, el gran líder!' y nosotros le contestaríamos '¡Hurra, hurra, hurra!".
"Nuestros ojos estaban sobre el escenario mientras caminábamos hacia adelante sosteniendo la antorcha en una línea absolutamente perfecta y con pasos sincronizados".
Pero ese movimiento mecánico para lograr el paso perfecto no es natural, dijo Kim.
"Tienes que levantar la pierna de atrás al mismo tiempo que la de adelante golpea el suelo. Esto es muy difícil. Si lo haces durante seis meses, pierdes un mínimo de cinco kilos".
Los organizadores tenían la orden de esforzarse por alcanzar la perfección. Había medallas para quienes lo hacían bien. A otros, según me dijeron, se les regañaba si las cosas salían mal.
"Todos sufrían"
Noh Hee-Chang era un secretario del Partido de los Trabajadores, un alto funcionario. Desertó de Corea del Norte hace cuatro años por motivos políticos.
Elegir a las familias más leales para que participaran en estos desfiles era su trabajo.
"Mirando atrás era una experiencia realmente dolorosa. La gente sufría pero los miembros del partido también sufrían porque teníamos que garantizar el éxito de la ceremonia de principio a fin".
Quienes marchaban procedían de academias militares o de unidades de élite del ejército. Cantantes, bailarines y gimnastas talentosos también eran seleccionados. Todos eran elegidos por su lealtad a la familia gobernante, los Kim.
"Tenías que investigar a cada persona", contó Noh. "Lo más importante era sus raíces familiares. Debían tener un historial familiar limpio, leal a la nación hasta sus primos segundos".
Los desertores me dijeron que entrenaron hasta 10 horas al día durante varios meses. Algunos se enfermaban o se lesionaban y había que buscarles reemplazo. Noh afirmó que, especialmente durante los años de hambruna, alimentar a todos se convirtió en un verdadero desafío.
Lo que se le oculta a las cámaras
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que alrededor del 40% de la población norcoerana (o más de 10 millones de personas) necesita asistencia humanitaria y que el 20% de los niños sufren de desnutrición.
Este ha sido el año más caluroso en la península coreana desde que empezó a registrarse este tipo de datos. La prensa estatal norcoreana lo describió como un "desastre natural sin precedentes". La Federación Internacional de la Sociedad de la Cruz Roja advirtió que el arroz, el maíz y otras cosechas estaban marchitándose en los campos "con efectos potencialmente catastróficos", poniendo al país en riesgo de una "crisis de seguridad en estado avanzado".
Las fuertes inundaciones que se dieron en agosto por un tifón también mataron al menos 76 personas, dejando casi la misma cifra de desaparecidos y a miles de norcoreanos sin hogar por la destrucción que causó.
No es probable que estas muestras de devastación se le enseñen a la prensa invitada. El acceso mediático permanece controlado de cerca pese a las noticiosas sobre las cumbres entre el líder del país, Kim Jong-un, con los presidentes de Estados Unidos y Corea del Sur.
Noh Hee-Chang recuerda haber organizado días de marcha bajo un sol abrasador y con escasa comida.
"El hambre. Estar hambriento era lo más importante. Especialmente durante la época de Jong-il, no había suficiente comida. 10.000 personas trabajaban desde la mañana hasta la noche y su problema más grande era no estar comiendo lo suficiente".
Aún así, le pregunté si él, como encargado, sentía pena por quienes participaban en los desfiles. Su respuesta fue un "no" enfático.
"En Corea del Norte, nos han enseñado que si un muro se sacude, la montaña también debe sacudirse. Esto significa que si Kim Il-sung o Kim Jong-il dice 'Ah', hasta el ciudadano de más baja categoría que esté vivo debe decir 'Ah' y aceptar la orden. Solo sabemos decir 'Sí, señor'. Así es como está montado el sistema".
Cuestión de supervivencia
Esta demostración de lealtad y orgullo es vista como un elemento central para el éxito de los desfiles y de la nación. Kim recordó haber oído los gritos de "Larga vida" que daban sus amigos militares mientras a su paso frente al líder.
"Gritaban tan alto que se quedaban sin voz al final de esa marcha de 100 metros. Intentábamos hablar con ellos pero no podían porque ya no tenían voz".
Kim aseguró que esto no solo era parte del espectáculo, sino también una cuestión de supervivencia.
"Todo éramos hijos de miembros del partido de medio o alto rango. Así que si se corría la voz de que alguno de nosotros se había quejado, ellos desaparecían. Así que nadie lo hacía".
"A simple vista, debe ser fascinante para los extranjeros. Pero quiero decirles que esta gente ha trabajado muy duro durante seis meses sin comer. Han sudado y trabajado tanto durante seis meses para, ¿cuánto? ¿10 minutos de marcha? Es desgarrador. Me gustaría que la gente pudiese ver más de lo que está escondido bajo la superficie, sobre todo los reporteros".
Pero ese sentimiento de orgullo como nación prevalece.
Noh, por ejemplo, regresaría inmediatamente si pudiera.
"Volvería al 100%. Cuando pienso en mi hogar, lloro. Claro que me encantaría regresar. Siempre quiero regresar a Pyongyang ¿Quién no querría volver a su hogar?"
0 comments:
Publicar un comentario