Es el día siguiente de un festejo largo. De una fiesta que parecía interminable. La ciudad vive un lunes con resaca, pero afuera del hotel Fundador, en el centro de Santiago, un grupo de simpatizantes no quiere terminar los homenajes. Están aquí, bajo un sol jaguar, agolpados frente a la puerta por donde pronto saldrá el presidente electo Gabriel Boric ¡Ahí viene! ¡Ahí viene! grita alguien, y todas se agolpan, las fotógrafas, las camarografas, las periodistas que despachan en vivo, las simpatizantes.
El que aparecerá por la puerta es el presidente electo más joven de la historia de Chile, el con mayor votación y el primero en dar vuelta un ballotage. Hoy tiene 35 años, 10 meses, una semana y un día de vida, en un registro de su edad que algunos medios han tomado con un nuevo deporte. Esta mañana, en uno de los matinales de la TV Chilena, el conductor calculaba que el nuevo presidente asumirá el 11 de marzo de 2022, exactamente a 36 años y un mes de su nacimiento.
Pero su juventud no es una excepción. No es el delfín exitoso de un partido tradicional. De hecho, es militante en Convergencia Social, un partido fundado en 2018 por diferentes movimientos universitarios, y que ahora ha batido el récord de ser el partido más joven en tener un presidente. Con la llegada de Boric se espera que asuman cargos ministeriales otros políticos de su edad, como Giorgio Jackson y Camila Vallejos, junto a quienes lideró las protestas estudiantiles chilenas del 2011. Otro nombre seguro será Izkia Siches, la ex presidenta del Colegio Médico de 35 años, que recorrió todo el país para esta segunda vuelta. Y anoche, se sumó a la celebración Irací Hassler, la economista y nueva alcaldesa de Santiago que hace poco más de un mes cumplió 31 años.
Ahora Boric se asoma por la puerta y todo se mueve como en un pogo de Tool, la banda de la que el nuevo presidente de Chile es un fan declarado. Hay vítores, gritos, y preguntas de reporteras y enviadas especiales para esta noticia que huele a hecho histórico. El presidente electo sale del hotel para su primera actividad pública presencial: el encuentro con Sebastián Piñera, el actual presidente del país. El mismo que durante la campaña le advirtió, directamente, que tendría que responder por las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas durante el estallido social de 2019.
Durante este 2021 voté tres veces por Gabriel Boric. Partí en la primaria del pacto Apruebo Dignidad, donde fuera de todo pronóstico el presidente electo derrotó al candidato del Partido Comunista, el favorito Daniel Jadue. Después vino la primera vuelta y lejos de cualquier cálculo ganó José Antonio Kast, el candidato de la extrema derecha. Y ayer, en la elección más polarizada y con más votantes de la historia del país, donde Boric se transformó en noticia internacional.
Rápidamente, su triunfo histórico se fue haciendo mayor. Ya no era solo el presidente más joven de la historia de Chile, sino que el representante y cabeza de una nueva izquierda latinoamericana. O, mejor dicho, de la Nueva nueva izquierda latinoamericana. Aunque cierta prensa internacional lo ha calificado de extrema izquierda, Boric se ha opuesto con fuerza contra el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua y ha acusado violaciones a los derechos humanos en el gobierno de Maduro. En su primer discurso defendió el feminismo, los animales, y remarcó que en su gobierno las disidencias sexuales estarán más seguras. Su discurso, escrito por él mismo en una computadora portátil, lo hace ver muy distinto a nombres como Manuel López Obrador o el propio Lula.
Esta lejos del caudillo latinoamericano de las novelas. Le hacen burlas porque pide disculpas, o porque cambia de opinión si lo convencen. Y uno de los temas que más ha defendido y se encarga de poner en agenda es la salud mental de los chilenos. Él mismo declaró que estuvo internado en un hospital psiquiátrico por un TOC diagnosticado (durante la campaña le inventaron fichas falsas de su estado salud, como parte de una campaña súper sucia).
El primer presidente de la Nueva nueva izquierda latinoamericana no usa automóvil, no le gusta viajar en aviones y se quiere mudar a un departamento cerca de La Moneda para ir caminando al trabajo. Estudió Leyes en la Universidad de Chile, pero no se tituló de abogado (lo que le enrostraron mucho durante la campaña, por lo visto, sin efecto). Tiene una polola (novia) que es una dirigente feminista de su partido y a quién, en un programa en vivo de alta sintonía, le recitó de memoria un poema del chileno Oscar Hann que termina diciendo El mismo viento que rompió tus naves es el que hace volar a las gaviotas.
Los memes fueron una pieza clave de su remontada. Mientras de la derecha extrema se lanzaban FakeNews, las personas que votaban por Boric compartían en redes distintas campañas. Personalmente, participé en #EscritoresxBoric (con más de 800 firmas), #EscolaresxBoric (que consistía en subir una foto de la época escolar), y en #VotantesDeBoricEnPrimeraVueltaxBoric. El sello de la campaña fue un árbol, porque Boric se sube a la copa de un árbol de Punta Arenas desde donde se ve el estrecho de Magallanes. Compartir árboles por redes o poner el emoji de un árbol en tu nombre, fue otro impulso de identidad. Se sumaron famosas y famosos de medio mundo a las campañas por redes. Un día Pedro Pascal, el actor chileno que aparece en Games of Throne, Narcos y que protagoniza The Mandalorian, subió una foto luciendo una camiseta de la campaña de Boric. A los pocos días, Boric subió una foto con una camiseta que tenía estampada la foto del actor con la camiseta de su campaña. Días antes de la elección, Pedro Pascal subió una foto luciendo una camiseta que tenía estampada la foto de Boric luciendo una camiseta con la foto Pedro Pascal. Y así, todo puede seguir hasta un juego de espejos infinitos. Lo importante es que estos memes, estas camisetas estampadas y estas fotos subidas a redes, fueron parte del sello de la campaña.
El primer presidente de la Nueva nueva izquierda latinoamericana es un fanático de la poesía, y en su primer discurso citó a Nicanor Parra, aunque a la que más cita es a Gabriela Mistral. Unos días antes de la elección se juntó con la ex presidenta Michelle Bachelet y en la primera vuelta estuvo con Pepe Mujica. Usa tatuajes, le gusta 31 Minutos y le dijo a un entrevistador que sus pantalones le recordaban un capítulo de Friends. A veces Boric es tan pop, que el escritor Alberto Fuguet dijo que votaba por él porque era pop. Y veces es tan poeta, que el escritor Alejandro Zambra anunció que votaba por él en un texto donde mencionaba a Boric como un poeta frustrado, que es la única manera de ser verdaderamente un poeta.
El nuevo presidente electo llega a La Moneda, donde lo espera otro tumulto. Se acerca a las vallas que frenan al público, mientras la gente le grita saludos, le saca fotos, lo aplaude. El nuevo presidente agarra algunos teléfonos y se hace selfies con la gente. Alguien le entrega un obsequio, él lo recibe feliz, se despide, y en el camino a La Moneda toma su teléfono y le hace una foto al regalo. Al rato la subirá a sus redes.
Al entrar al Palacio de Gobierno los Carabineros de guardia se le cuadran, pero Gabriel Boric, el joven nacido en Punta Arenas, en el extremo sur de Chile, en una ciudad de inmigrantes croatas (ahí María Juana Ostoic, la madre de Néstor Kirchner) y a tres horas de Río Gallegos, rompe el protocolo y le da la mano a los policías.
Todo indica que será un gobernante que romperá protocolos. De alguna manera, su sola presencia, es la destrucción de cualquier diseño. Hace un año este escenario parecía imposible: soñado, pero imposible. Gabriel Boric, que se hizo conocido como Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile en una organización a la izquierda del Partido Comunista, hoy se plantea como un presidente más moderado, más amplio, y se espera que después de tantas peleas, tantas traiciones, tantas disputas internas, su gobierno sea uno que junte a todas las izquierdas y centros izquierdas del país.
Un sueño, que no es solo Latinoamericano. Anoche subí una foto de los festejos en la Alameda, y esta mañana tenía dos mensajes. Mi editor francés me decía: Felicitaciones por el nuevo presidente. Es lo que necesitamos también acá: alianza de izquierda (por el cambio y la extrema derecha). Y un colega de España: Que hermosa la unidad contra el fascismo, es lo que no hicimos aquí.
Al salir de la reunión con el viejo presidente, el nuevo presidente electo declaró que a veces, como en su caso con Piñera, las diferencias son muy grandes “pero el Estado sigue siendo uno”. Y remarcó eso, tan lejos del milagro chileno: la importancia del Estado.
Terminadas sus palabras, y saliéndose de protocolo, vuelve a las rejas, a los brazos de la gente, a las selfies, a los abrazos largos y apretados con gente del público. Se le ve contento y emocionado. Por momentos parece una estrella de rock, otras veces un poeta frustrado y, desde ayer, también el presidente de Chile.
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