Si no lo nombras no existe. O eso es lo que parece pensar la Administración de Turkmenistán, un país rico en hidrocarburos y solo un poco menos aislado del resto del mundo que Corea del Norte. La antigua república soviética, que tiene frontera con Irán —uno de los primeros países en detectar infectados desde China—, ha desterrado del vocabulario oficial la palabra coronavirus. Al principio, cuando el brote afectaba solo al gigante asiático, las autoridades sanitarias editaron folletos sobre la Covid-19 que explicaban medidas de higiene para protegerse de la infección y los síntomas. Estos documentos ya no se distribuyen y ahora la Administración evita a toda costa referirse a la pandemia. La palabra no se ha prohibido mediante ninguna ley pero lo está de facto, denuncian Reporteros sin Fronteras y medios independientes: las autoridades persiguen a quien habla del coronavirus en público, incluso a algunos que llevan mascarillas en la calle en la capital, Asjabad, aseguran. Según las autoridades, no hay infectados en Turkmenistán.
“Oficialmente, Turkmenistán vive una época de grandeza y felicidad, así que un problema así no puede existir”, apunta desde Praga Farruj Yusúpov, jefe de Azatlyk Radiosy, el servicio en el país de Radio Free Europe (financiada por la Administración estadounidense), de los pocos medios independientes que mantiene colaboradores en el país, que ocupa el último lugar en el Índice Mundial de Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras (RSF). “Los infiltrados del Ministerio de Seguridad Nacional están por todas partes para vigilar que la gente no hable de la pandemia”, añade Yusúpov, que asegura que sus periodistas sobre el terreno, que han dejado de firmar sus crónicas por seguridad, han sido testigos de alguna de esas detenciones. “Ni siquiera nosotros empleamos la palabra coronavirus en nuestras comunicaciones con nuestros reporteros para protegerles, decimos ‘enfermedad’ o ‘diagnóstico”, señala Yusúpov.
Mientras, la Administración del presidente Gurbanguli Berdimujamédov, que sustituyó al presidente vitalicio Saparmurat Niyázov, quien murió en 2006, ha tomado medidas para prevenir la propagación del virus, que ha matado ya a más de 42.000 personas en todo el mundo. Entre esas medidas se encuentran el cierre de las fronteras, la suspensión de vuelos o la clausura de las escuelas ampliando las vacaciones. Todo, no obstante, sin alegar que se debe al coronavirus. Según el recuento de Azatlyk Radiosy, que maneja fuentes médicas, en el país hay al menos una quincena de casos. De hecho, Turkmenistán, con un 10% de las reservas de gas conocidas pero con problemas económicos y que ha desarrollado dependencia de China, aseguró en febrero que no había ningún infectado y que había cerrado un acuerdo para vender a Pekín un millón de mascarillas por unos 200.000 dólares.
Gurbanguli Berdimujamédov, de 62 años, ha fomentado como lo hizo su antecesor el culto a su personalidad. Suele tratar de presentarse como un gran héroe. Habitualmente, la televisión estatal le muestra jugando al golf, levantando pesas de oro macizo o incluso tocando la guitarra junto a su nieto. Amante de los caballos, como se encarga de recordar, Berdimujamédov fue ministro de sanidad. Ahora, la televisión nacional muestra vídeos con famosos del país hablando de los remedios “medicinales” a base de infusiones de plantas que el líder turcomano describió en uno de los libros que firma. Aseguran que ayuda contra cualquier enfermedad. Eso incluye la promoción de la alharma (Peganum harmala), una planta que aseguran que puede prevenir el contagio de cualquier virus y que se suele utilizar mucho desde hace siglos como remedio casero en Asia Central, y muy conocida para la práctica del chamanismo.
Por si fuera poco, la Administración de Berdimujamédov trata de borrar cualquier rastro anterior de la palabra “coronavirus”. En la nota oficial que publicaron tras una conversación entre el presidente y su homólogo de Uzbekistán hace unos días, enunciaban que habían charlado sobre la amistad y el diálogo entre ambos países. Mientras, los medios uzbekos reportaron que su presidente, Shavkat Mirziyoyev, y su homólogo turcomano hablaron sobre la pandemia de coronavirus.
“Con las medidas actuales y la falta de prevención desde el principio de la crisis, el país puede verse en serios problemas. La sanidad tiene muchas carencias, faltan fármacos y médicos. Hay muchos equipos modernos que se compraron cuando subieron los precios del gas y el país hizo dinero, pero no hay médicos cualificados para usarlos”, asegura el periodista Yusúpov, que se exilió a República Checa debido a la represión hacia los medios independientes.
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