En cuestión de aliados, Venezuela es de poca monta para Rusia , pero las potenciales ganancias para las inversiones de Moscú en ese país podrían ser invaluables.
Durante la última década, a cambio de modestos préstamos y rescates, Rusia ahora es dueña de porciones significativas de al menos cinco campos petrolíferos de Venezuela -país que cuenta con las mayores reservas de crudo del mundo-, además de lo que produzcan dos grandes yacimientos de gas natural del Caribe durante los próximos 30 años.
Como garantía colateral para su acuerdo con la gigante petrolera estatal rusa Rosneft y a cambio de un desesperado rescate de 1500 millones de dólares, Rusia también habría comprometido más del 49,9% de Citgo, empresa estatal venezolana en Estados Unidos que es dueña de tres refinerías, una red de gasoductos y casi 6000 estaciones de servicio independientes distribuidas por el territorio norteamericano.
Los asesores rusos ya están dentro del gobierno venezolano, ayudando al presidente Nicolás Maduro a salvar su tambaleante gobierno de la bancarrota. Fueron ellos quienes este año colaboraron con el lanzamiento de la nueva criptomoneda, el petro, para eludir las sanciones del gobierno norteamericano sobre las transacciones en dólares y evitar que se frene el pago de las exportaciones de petróleo venezolano.
Las todavía formidables fuerzas de defensa de Venezuela , que antes le compraba material militar exclusivamente a Estados Unidos, ahora están equipadas con armas, tanques y aviones rusos, financiados con el pago anticipado de las entregas de petróleo a los clientes rusos. El año pasado, Maduro se mofó de la amenaza pública del presidente Donald Trump de usar fuerzas militares norteamericanas para derrocarlo y aseguró que Venezuela, con ayuda de Rusia, se había convertido en una "fortaleza" defensiva.
Bajo el gobierno de Putin, Rusia se ha consolidado como un actor crucial en Medio Oriente y Asia, y como un proveedor mundial de material bélico cada vez más sofisticado. Al convertirse en cliente-mecenas de Venezuela mientras se devora sus recursos, Putin no solo le ha mojado la oreja a Estados Unidos, sino que también ha convencido a los rusos de que es el hombre que le está devolviendo a Rusia el estatus de superpotencia que perdió tras la caída de la Unión Soviética.
Para Rusia, establecer un puesto de avanzada político en el corazón del hemisferio occidental es "un triunfo estratégico", dice Eric Farnsworth, vicepresidente de la Americas Society y el Consejo de las Américas.
"No creo que a Rusia le importe un bledo la supervivencia del régimen de Maduro", dice Farnsworth. "Para ellos, Maduro es el medio para lograr un fin, y ese fin es extender su poder, esquivar las sanciones de Occidente y complicarle la vida a Estados Unidos. Y si al final resulta que Venezuela es una aliada poco confiable y terminan perdiendo unos miles de millones de dólares, a los rusos les daría igual".
A principios de diciembre, dos bombarderos supersónicos de largo alcance con capacidad nuclear fueron recibidos por altos oficiales militares venezolanos, que saludaron y estrecharon manos con los pilotos rusos. Luego, los rusos también realizaron ejercicios militares conjuntos con los venezolanos.
Trabajo fino
El discurso de Trump sobre comercio, inmigración y lucha contra el narcotráfico, junto al desinterés general de su administración por otros aspectos del hemisferio, ha dejado en la región un vacío que Rusia busca ocupar.
Tras la reciente reunión del G-20 en Buenos Aires, a la que asistieron Trump y Putin, fue el mandatario ruso -criticado por las potencias occidentales durante la cumbre por su conflicto en Ucrania- y no el norteamericano quien permaneció en la Argentina para mantener un encuentro bilateral con el presidente Mauricio Macri . Ambos gobiernos, que ya habían firmado un acuerdo de cooperación estratégica, delinearon un nuevo acuerdo de energía nuclear.
La cumbre, si bien se celebró casi dos años después de que asumió la presidencia, fue el primer viaje de Trump a América Latina. El año pasado, canceló su viaje planeado para la Cumbre de las Américas en Perú, el principal encuentro hemisférico, que se realiza cada tres años. También canceló dos visitas programadas a Colombia, sin dudas el aliado más estrecho de Estados Unidos en Sudamérica. En cada una de esas oportunidades, la Casa Blanca adujo que Trump estaba demasiado ocupado.
Mientras el cronograma de Trump en la Argentina quedó trunco, quien parecía omnipresente en Buenos Aires era Vladimir Putin. Además del encuentro de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y el Foro RIC (Rusia, India, China) en los laterales de la cumbre, Putin mantuvo un desayuno programado con la canciller alemana, Angela Merkel , y reuniones bilaterales con el presidente francés, Emmanuel Macron ; con el chino, Xi Jinping , y con el príncipe heredero saudita Mohammed ben Salman , así como cruces informales con Erdogan , con quien se reúne frecuentemente por los problemas en Siria .
Xi Jinping también sacó tajada de la Cumbre del G-20: los chinos ya tienen ingentes inversiones y vínculos comerciales profundamente establecidos en Latinoamérica. Pero el avance de China es mayormente comercial. Como gran acreedor de Venezuela, China ha mostrado poco interés en acumular activos venezolanos o en fortalecer sus lazos políticos con el acuciado gobierno de Maduro. Básicamente, China se ha concentrado en tratar de que Venezuela le pague esas deudas.
Rusia, por el contrario, ha estado sistemáticamente dispuesta a reestructurar, refinanciar o aceptar el pago en especie de la deuda venezolana.
Pocos días después de la cumbre en la Argentina, Maduro viajó a Moscú para reunirse con Putin. El líder venezolano dijo que Rusia acordó invertir 5000 millones de dólares adicionales para potenciar la producción de crudo venezolano -gran parte del cual va para los clientes de las exportaciones rusas- y 1000 millones de dólares para la extracción de oro. También firmaron contratos separados por el suministro de 600.000 toneladas de trigo ruso para Venezuela y para la modernización y el mantenimiento del armamento de fabricación rusa en manos de los venezolanos.
Maduro describió a Rusia y a Venezuela -ambas bajo gravosas sanciones económicas impuestas por Estados Unidos- como camaradas en la lucha contra la hegemonía norteamericana, que lideran la avanzada hacia "un nuevo mundo multipolar".
De pie junto a Maduro y en una clara advertencia a Washington por las amenazas militares de Trump, Putin dijo: "Obviamente, condenamos toda acción de naturaleza eminentemente terrorista que intente cambiar las cosas por la fuerza".
Mientras China se ha negado a extenderle más crédito a Venezuela, el gobierno ruso lo ha hecho con gusto, y en noviembre de 2017, cuando quedó claro que el régimen de Maduro no podría cancelar los intereses de su deuda, Moscú reestructuró el total de la deuda venezolana. Igor Sechin, ya formalmente fuera del gobierno ruso, pero aún jefe de Rosneft e integrante del círculo íntimo de Putin, ahora controla al menos el 13 por ciento de los negocios energéticos de Venezuela, país al que visita frecuentemente ya no como colaborador, sino como propietario.
Pero Estados Unidos sigue siendo el mayor comprador de las menguantes exportaciones de petróleo venezolano -concentra el 45%-, y por lo tanto también es el mayor aportante de dólares frescos para el régimen de Maduro. Aunque el gobierno de Trump ha amenazado con agregar el petróleo a su larga lista de sanciones contra Caracas, esa medida conllevaría el cierre de las refinerías de la venezolana Citgo en la costa del golfo, así como el suministro de combustible ya refinado para las estaciones de servicio de Citgo y de otros distribuidores en territorio norteamericano.
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