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martes, 6 de febrero de 2024

Piñera, el piloto que adoraba madrugar

Despertaba temprano Sebastián Piñera. Él mismo contó más de una vez que dormía pocas horas al día, y me tocó ver que eso, al menos en el avión presidencial, era verídico. No era extraño que, mientras los periodistas dormíamos en la parte trasera de la aeronave, se apareciera él a cualquier hora. Despertaba al que estuviera más a la mano para conversar sobre cualquier cosa, o llegaba aplaudiendo para que los reporteros abandonáramos el sueño y nos levantáramos. "Hay que trabajar, hay que trabajar”, decía.

Como periodista político de un periódico chileno me tocó cubrir innumerables actividades del entonces mandatario, tanto dentro como fuera del país. Recuerdo un viaje a la Región de O'Higgins donde había que realizar muchos desplazamientos y se hacía necesario moverse en helicóptero de un lugar a otro, para esquivar la difícil geografía de la zona. Uno de los tramos Piñera quiso pilotarlo él mismo, para preocupación de los periodistas que estábamos a bordo.

No es necesariamente que no confiáramos en él, pero sabíamos que el presidente sabía de helicópteros civiles, no de militares. Por suerte el piloto se negó, por razones de seguridad para el propio jefe de Estado. Y Piñera sabía bien que él muy presidente podía ser, pero dentro de la aeronave mandan siempre los pilotos. Le gustaba eso de tener el control. El de sus empresas, el del país, el de los helicópteros en sus momentos de distensión. 

El 22 de enero de 2011, siendo ya presidente, un lugareño grabó un helicóptero que aterrizaba en una carretera cerca de Curanipe, a unos 300 kilómetros de Santiago. El piloto era Piñera. Interrogado por la policía, dijo que estaban "estrechos” de combustible y por eso habían tomado tierra. Pero lo suyo no era solo volar. Lo suyo era el riesgo. En abril de 2007 se sumergió en las aguas de la costa de Valparaíso para buscar el submarino Flach, obra de un inventor alemán que se hundió con su creación a fines del siglo XIX. También es conocida su intención de ser el primero en ingresar con la cápsula Fénix para rescatar a los 33 mineros que estaban atrapados en la mina San José, en octubre de 2010. La idea fue descartada por sus asesores, también por razones de seguridad.

Ese rescate, y el famoso papelito que decía "Estamos bien en el refugio los 33”, fue uno de sus mayores éxitos mediáticos, y él no dudó en recorrer el mundo exhibiendo el documento como un trofeo. Lo mostró en la ONU en Nueva York al punto de que me tocó una reprimenda del mandatario por haber escrito una nota enfatizando en lo repetitivo y empalagoso que resultaba el show del papelito. Tras leer mi nota, Piñera empezó a buscarme entre los periodistas. Cuando me encontró, me preguntó qué problema tenía yo con el papelito.

En esa misma gira me dijo que lo había regañado su esposa por culpa de otro artículo mío, donde salía Piñera conversando "como un galán” con la actriz chilena Leonor Varela. En tono cordial, siempre medio en broma y medio en serio, le dije que podíamos resolver el problema si él me daba una entrevista exclusiva. "No señor, no todo en la vida se arregla negociando”, dijo él, desatando las carcajadas de todos los presentes, incluso sus asesores. Piñera, como empresario millonario, tenía fama de ser muy bueno para hacer negocios.

Me tocó entrevistarlo por teléfono varias veces, en su oficina de Apoquindo 3000 o asistir a las actividades de su comando cuando fue candidato presidencial en 2009. Me tocó también ir a recorridos por Santiago como parte de su comitiva de prensa. Por ahí tengo alguna foto donde salimos junto a Piñera y otros periodistas caminando por Nueva York rumbo a la sede de Naciones Unidas.

La ventaja de ser un testigo muy marginal de la historia es que uno puede conocer a esos hombres importantes que aparecen en televisión y toman decisiones trascendentes desde otro punto de vista, más humano. Para mí Piñera ya no era solo el presidente, sino también el papá que en esa gira por Estados Unidos no ocultaba la felicidad de reencontrarse con su hija Cecilia, que llevaba unos meses viviendo allá. Ya no era solo el jefe de Estado, sino el hombre que recibía con una sonrisa a su hermano Miguel en el Hotel NH Collection de Buenos Aires, durante una cumbre de Unasur. Ya no era solo el mandatario que gobernó dos veces Chile, sino el señor de 74 años que adoraba pilotar helicópteros y dejó su vida en ello.

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Autor: Nelson Soria. Con la tecnología de Blogger.

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