Desde el punto de vista de Medio Oriente, parece que el "momento unipolar" de Occidente llegó a su fin. Estados Unidos concentró todos sus esfuerzos en apoyar financiera y militarmente a Ucrania frente a Rusia, pero se mantuvo descuidando otras regiones del mundo, en primer lugar Oriente Próximo.
La movida de Estados Unidos de estar ausente en la región llevó como consecuencia a sus aliados históricos y estratégicos en el Golfo -como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos- a buscar otros países dispuestos a apoyar sus intereses.
China, que anhela convertirse en la primera superpotencia mundial, no podría haber esperado una oportunidad mejor. Aprovechando el vacío dejado por Estados Unidos, Pekín medió en la normalización de las relaciones entre los dos países más importantes de la región: Irán y Arabia Saudita. Al fin y al cabo, Washington abandonó a los saudíes en su guerra por poderes con Teherán (de hecho, el presidente Joe Biden prometió convertir a Arabia Saudita en un Estado paria a la luz del asesinato del periodista Khashoggi), así que decidieron seguir el adagio: "Si no puedes con ellos, únete".
La decisión diplomática de los saudíes resultó gratificante.
Irán puso fin a los ataques de los Houthi contra los países del Consejo de Cooperación del Golfo, y Estados Unidos se vio obligado a reconocer la importancia estratégica de Arabia Saudita, dándole luz verde para desarrollar un programa nuclear civil a cambio de su apoyo en negociaciones nucleares con Irán. Esto se debió en parte al temor de que su antiguo aliado diera definitivamente la espalda a Occidente y se volviera hacia Oriente.
El apoyo de Estados Unidos a los saudíes llega más tarde que nunca, pero llega demasiado tarde. Arabia Saudita ya diversificó sus alianzas, pues considera que no puede depender únicamente de Estados Unidos. Además, tras la desastrosa retirada de Afganistán, el país norteamericano fue perdiendo terreno en Irak, que es hoy una colonia iraní de facto.
Los recientes refuerzos navales y terrestres de Estados Unidos en Siria y el Golfo Pérsico no cambiarán este hecho. Mientras tanto, China sigue reforzando su papel político y económico en la región. De hecho, el embajador chino en Teherán, Chang Hua, subrayó recientemente que la cooperación chino-iraní está en su apogeo. Y según la empresa de inteligencia de datos Kpler, los envíos de petróleo sancionado de Irán a China se triplicaron en los últimos tres años, y su sector petrolero está experimentando un notable crecimiento.
Se trata de un momento complejo para Israel: cada semana se celebran en todo el país manifestaciones masivas contra el gobierno y la política de Netanyahu, y la Autoridad Palestina teme cada vez más un golpe de Estado en Cisjordania por parte de Hamás, la Jihad Islámica Palestina y otros grupos terroristas.
Dado que Estados Unidos parece cada vez más impotente a la hora de abordar el conflicto palestino-israelí, que dura ya décadas, China estaría encantada de sustituirlo como nuevo mediador (junto con Qatar y Egipto).
Para Israel, China también es valiosa como canal de diálogo con Rusia.
Estados Unidos presionó a Israel para que vendiera a Alemania su sistema de defensa antimisiles Arrow, que probablemente acabará en Ucrania. Esto no será tomado a la ligera por los rusos, que operan en el país vecino de Israel, Siria. Durante años, existió un acuerdo tácito entre ambos países que permitía a Israel atacar a las milicias respaldadas por Irán en Siria, pero esto podría deteriorarse si el sistema de defensa israelí acaba en Ucrania.
Por eso Israel también podría tener interés en "diversificar" sus alianzas globales para proteger sus intereses nacionales.
China está disfrutando ahora que Estados Unidos está preocupado por Ucrania. De acuerdo con las enseñanzas de Lao Tzu, Pekín quiere que el conflicto actual continúe, ya que está consumiendo la energía de Estados Unidos y da tiempo al PCCh para fortalecer su posición frente a Washington.
Lo mismo puede decirse de Rusia.
El conflicto de Ucrania brindó a Moscú una oportunidad única para liderar la lucha contra el "neocolonialismo" y el "imperialismo" en el continente africano y en otros lugares, como había hecho en tiempos de la Unión Soviética. El reciente golpe de Estado en Níger demuestra que Rusia consiguió reposicionarse en este papel, ya que, a pesar de la presión de Estados Unidos para que la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) intervenga contra la junta militar, la mayoría de los países africanos se oponen a iniciar una guerra.
Por ahora, a pesar de las sanciones occidentales y de la guerra en Ucrania, Rusia se mantiene a flote, en gran parte gracias a los préstamos estatales, las subvenciones y las ventas de petróleo y gas a China.
Si la idea de Occidente de implicarse en la guerra de Ucrania contra Rusia era consolidar el "fin de la historia", la idea de Fukuyama que predecía que la democracia liberal se impondría como orden permanente, consiguió todo lo contrario. Con Estados Unidos básicamente ausente a nivel mundial, surgieron nuevas potencias.
Estas potencias aún no tienen la influencia que tiene EE.UU., pero, no obstante, están aumentando de forma constante a medida que el dominio de Estados Unidos está en declive.
En consecuencia, las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 serán decisivas para determinar si el excepcionalismo estadounidense sobrevivirá, como es de esperar, o si se derrumbará totalmente y dará paso al orden mundial "multipolar" por el que China y Rusia llevan años trabajando.